Antes era un barril. Ahora es una residencia de dimensiones moderadas, pero con fachada de fortaleza inexpugnable. La casa de Roberto Gómez Bolaños (81) en el DF es un reducto levantado entre árboles y puertas gruesas que sirven para cercar su intimidad. Aunque no tiene la estampa imponente y legendaria de sitios como la mansión Graceland de Elvis Presley, o el búnker en Banfield del argentino Sandro, la vivienda ocupa una de las esquinas de la Colonia del Valle, sector de clase media alta y barrio residencial que crece ajeno a la intensidad de la capital mexicana.
Y eso es sólo lo que se puede mirar desde la vereda de enfrente. Porque desde adentro, desde el otro lado, hay otras barreras que hoy sitian y protegen a una de las mayores figuras en la historia de la TV en español. La primera de ellas se llama Toro: un perro intimidante que parece arrancado de la mitología griega, de salivar generoso y ladrido estereofónico, y que los dos cuidadores del jardín deben mantener a raya ante las visitas. La segunda se llama Florinda Meza: la mujer de su vida y la figura que marcó no sólo su carrera, sino que también la historia de todo el elenco de Chespirito.
Ya pasado el jardín, ya con Toro mirando tras una reja lejana, ella es la primera en salir a recibir al interior del hogar. A sus 62 años luce delgada, de pelo corto y con el mismo carácter que hizo propio en sus personajes: intempestiva, decidida, tajante, recalcando en voz alta que su esposo no vive el atardecer de su gloria y no está derrotado por sus males físicos. En una sala de visitas, lo mira, lo peina, le dice que está guapo y prohíbe las fotos, para evitar retratar su aspecto relajado y doméstico. Es la gran jefa. "Es la responsable de que esta casa se vea así", dice Gómez Bolaños al mirar su residencia desde el segundo piso, atiborrada de antigüedades, adornos, de dos pequeños perros que revolotean en las piezas y, por sobre todo, de imágenes que evocan sus personajes.
Es que Florinda Meza sabe que el también escritor batalla contra un estado de salud, al menos, delicado. El año pasado, un problema cerebral le afectó la movilidad de gran parte de su cuerpo y hoy le impide caminar y moverse con normalidad. Además, sólo escucha por el oído derecho, lo que ha acostumbrado a sus dos asistentes, y a su esposa, a hablar con una dicción clara y casi melódica. Chespirito luce una barba canosa de un par de días, su rostro se ve cansado, hoy sigue una terapia corporal y destina sus días a terminar libros inconclusos en su notebook. Eso sí, mantiene una admirable lucidez para acordarse de nombres e historias. "Todos mis problemas son físicos, aunque no muy fuertes ni mortales, pero sí son latosos. Ya he superado el hecho de que no podía caminar ni levantarme", cuenta.
¿Cuándo comenzó esto?
Estaba haciendo mi gira de despedida con la obra 11 y 12, que llevé a Chile en 2008, y ahí me cayeron los males corporales que me han impedido seguir haciendo lo que yo quisiera. Sólo logré el adiós en algunos países, no pude seguir más. Oigo muy poco y eso lo superé en la obra porque me sabía el texto de memoria. Pero ya moverme es muy delicado.
¿Siente que quedó algo pendiente en este adiós?
Quizás muchas cosas. Con esta obra quería demostrar que podía actuar también para grandes, no sólo para niños. Hubo algo de ego ahí y Dios me dijo: 'Quieto, quieto, no te muevas'. Pero este tiempo lo he dedicado a escribir, sobre todo cartas y un libro de fútbol que se llama Adiós amigo, donde me despido del fútbol, mi gran pasión. Ya no es lo que era antes, la FIFA es antidemocrática y antideportiva, hay estrellas como Pelé que han hablado muchas tonterías. Qué decir de Maradona. Ojalá lo pueda sacar, porque sé que puedo vivir cinco a seis años más, la muerte no me preocupa. Sólo me da curiosidad. Tiene que llegarnos a todos. Pienso a diario en ella. Y no ahora, desde siempre. Porque es la súper incógnita: qué va a pasar. Me angustia, pero no demasiado. Creo que no pasa nada terrible.
¿Le angustia lo que pasará con su gran amor, Florinda Meza?
Eso es incontrolable. Yo sólo les he dicho: ojalá sigan actuando bien. No seré responsable de lo que pasé con ellos después de mi muerte.
¿Cómo le gustaría ser recordado?
Como un buen hombre, no quiero más. Debo suponer que el reconocimiento que me han dado ha sido justo, porque tampoco lo he exigido. Que me recuerden como quieran, no quiero monumentos ni recuerdos bonitos ni nada de eso.
Como buena leyenda, Gómez Bolaños huye constantemente de esa etiqueta. Se define como un "entrevistado del montón", dice que jamás viviría de su pasado y cifra en apenas un 2% la cantidad de capítulos de Chespirito que hoy guarda en su casa. "No me voy a andar viendo a esta edad, ya me vi mucho", afirma. Eso sí, el entorno lo delata: hay cuadros y figuras con las imágenes del Chavo del 8, del Chapulín Colorado y del Chómpiras por todos lados. Incluso, hay dos cuadros gigantes con toda la vecindad del espacio, incluyendo los que se sumaron en su epílogo. Salvo uno: Carlos Villagrán, el hombre que encarnó a Kiko y con quien ha mantenido las más duras diferencias. La omisión refleja las heridas que no se han podido sanar en el grupo y que incluso este 2010 han tenido a Ramón Aguirre (Profesor Jirafales) o María Antonieta de Las Nieves (La Chilindrina) reclamando por su falta de dinero, o al propio Villagrán acusando a Meza del quiebre del elenco.
"Puede que una deuda pendiente sea el fin amistoso de este equipo. Me duele un poco este tema, porque si ha habido excesos, siempre fueron desde afuera para acá, nunca desde adentro mío. Los he querido y los quiero a todos. Si alguien ha dicho algo imprudente, no me enojo, me da pena, tristeza, porque ese equipo fue mi máximo orgullo en TV. Yo incluso me di superado por muchos, como Ramón Valdés. Si alguno no aprovechó el éxito del programa, ya es problema de ellos".
Muchos reclaman dinero y dicen que usted fue el único que se benefició.
De ese tema no tendría que intervenir, nunca manejé el dinero del programa y muchas veces hasta lo repartí. En las giras, yo cobraba el 20% y el otro 80% lo repartía. La gran mayoría de los comediantes lo hacen al revés y fui muy generoso. Hoy no tengo más que unos pocos dólares en EE.UU. y nada más. Esta casa es de Florinda y tenemos otra en Cancún que también es de ella. Soy dueño de uno de los carros que tenemos y nada más. No tengo nada. Sólo el cariño de la gente y con eso me basta. Nunca busqué dinero con esto.